El mar está en calma. La luz ya no es la misma, más oblicua ahora. A mediodía, el sol templa cuerpo y mente y por la noche y por la mañana, el airecillo pincha un poco en los brazos. El agua acoge, agradable todavía, y al sumergirme se borra todo. Quedan los ecos de las risas locas, de las canciones con guitarra, de las preocupaciones, de las prisas.
¡ Qué vida tan rara!
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