viernes, 18 de enero de 2013

El puerto de Arrebatacapas

 
Un día sí y otro también: las mismas noticias de corrupción que nos ahogan y nos avergüenzan. Desde cualquier partido político, desde casi cualquier posición social, aquí parece que prima la idea de "tonto el último", y de que son unos simples quienes no se aprovechan porque " o no saben o no pueden".Esto se ha convertido en el puerto de Arrebatacapas.
No puede ser...No puede ser que sobre todo en los países del Sur- y qué mal me produce escribir esto- , el robo de lo público sea tan frecuente. Tenemos que sacar nuestras vergüenzas a la luz de una vez. Solo así podrá regenerarse la confianza en lo público. Y hay que empezar por las familias y las escuelas en serio, porque el que empieza robando una horquilla puede acabar robándonos a todos.
Se compara la situación, a veces, medio en broma, aludiendo a la tradición picaresca. Pero los pícaros literarios siempre acaban en la máxima deshonra, hasta Lazarillo, aunque sea una víctima.
No puede haber contemplación alguna. Y no vale el "todos son iguales, es imposible hacerlo, es la condición humana"...;eso sólo es una coartada para que las cosas no cambien. Sí se puede cambiar , aislando a los corruptos, y entre todos tenemos que hacerlo.
 


viernes, 4 de enero de 2013

Sic transit...


Busco y no encuentro.

Una vieja casa, la única antigua que queda en el entorno, me sirve de punto de referencia.

Al fin, lo que queda de un lado de la valla de la finca que fue.

Recuerdo el columpio del ciruelo, el primero blanco en primavera; los rosales de mi madre; los pensamientos, las caléndulas y los miosotis de mi padre; las margaritas desbocadas, al lado de la pequeña piscina y el joven sauce llorón, bajo cuyas ramas extendía la silla plegable para leer, como guarecida en una cabaña de un bosque.

Luego, la casa, pequeña, acogedora, siempre esperando ser ampliada al aumentar la familia; el horno, abajo; la chimenea, arriba.

Detrás de la casa , primero el semillero del huerto de los experimentos: el milagro de ver crecer las cosas a pesar de la inexperiencia. Y las uvas de espino que tanto gustaban a mi madre. Luego los frutales. Y al fondo, el nogal.

Nada queda. Una carretera nueva y un complejo de esos que llaman lúdico, a la inglesa.

Poco más de veinte años atrás...