En las montañas de mi tierra, cuando todavía no había televisión, claro, cuentan los abuelos del lugar que existía el Filandón. En el Filandón, además de hilar las abuelas ( de ahí el nombre), jugar los niños, festejar los jóvenes, comer lo que ofrecían los dueños de la casa que por turno oficiaba de anfitriona, las diversas generaciones se reunían, y alguno de los presentes empezaba a contar alguna historia, que se unía con otra y con otra y con otra.
La cuidada de mi madre
Madre de mi corazón
Piensa que estoy en la cama
Y estoy en el Filandón
Y así pasaban las veladas del invierno, que solía ser largo y frío. Y en torno a ese contar giraba toda la vida de los pueblos.
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