jueves, 28 de noviembre de 2013

Tramontana


Las cañas se cimbrean hasta casi tocar el suelo. Los pocos chopos amarillean o pierden sus hojas en este invierno adelantado de noviembre. El verde de los olivos, los cipreses y los pinos se vuelve  casi gris y sólo los barbechos rosas , ocres y rojizos destacan debajo de un cielo claro, sin sombras de humedad. Quedan algunas manzanas rojas por recoger, pero ya no hay color en los caminos. Las crestas blancas del mar y el Canigó con las primeras nieves, en primer plano, casi irreal por lo cercano que aparenta. Las calles, casi desiertas y los remolinos de las hojas muertas vagando por ellas.

Incomoda la tramontana cuando dura días y días, aunque limpie todo, hasta los malos humores de la gente . La leyenda cuenta que vuelve chiflados o genios a quienes la sufren.

Sopla y sopla sin descanso y los moradores del pueblo apenas salen. Sólo algunos foráneos, conmovidos por la belleza de lo que ven, se refugian en los pocos bares del pueblo que permanecen abiertos.

sábado, 23 de noviembre de 2013

25 años en el Bernat Metge


He sido profesora del Bernat durante 25 años, desde 1986 hasta 2011.

            Cuando llegué aquí, venía de los barracones de S. Adrián de Besós, y antes, del "Satorras" de Mataró. Nada más entrar, me di cuenta de que había llegado a un sitio diferente en todo. La primera impresión: los colgados de la puerta del patio, por donde se entraba entonces ( todavía existía el barrio de La  Perona), las voces de la Sra. Paquita, la conserje, que los tenía a raya, el mural de la pared del profesor de Dibujo, Enrique, la seriedad de la Sra. Rasclosa, entonces directora, que me recibió. Todo era un poco contradictorio.

            Enseguida me di cuenta de cuál era una de las enseñas que presidían esta casa: vive y deja vivir, pero cumple con tu trabajo con rigor y eficacia.

            En efecto, la competencia del profesorado ha sido una de las señas de identidad de este Centro. Todos nos esforzábamos por estar al día en nuestras materias y ofrecer lo último a nuestro alumnado. Las charlas en la sala de profesores o a la hora del café eran verdaderas tertulias de opinión que nos acercaban y nos enriquecían. A pesar de la diversidad de pareceres, nos respetábamos porque reconocíamos la sabiduría del otro.

            María era el sentido común, los tacones y las blusas de seda. Isabel, "la señorita de hogar", el glamour de las fiestas, la ayuda para cualquier cosa y los bailes de rock con Juanma. Francesc Prat, la mirada perdida en el cielo ante el desconcierto de las cosas. Calderón, el distante, en su torre de Castilla del Norte. Mila y sus fríos y Quima y sus pendientes. "Lo gaiter del Besós" tenía ya un pie fuera y el halo de emprender un viaje a lo desconocido. Mercè Parés y su espíritu florentino. Elena Horiuel y su sinceridad que te desarmaba.

            ¿Quién no recuerda los tiroleses de Navidad o a Margarita Aguyé transformándose en una diva en el escenario? ¿ O a Martirio o nuestro baile del cancán? ¿ O a la Golobardes bailando el sirtaki a toda velocidad? Y tantas cosas más.

            Y Mariona, la sombra del Bernat: todo lo sabe, todo lo mueve, nada se le escapa, siempre en la penumbra.

            Pero por encima de todo, cuando un alumno te miraba, colgado de tus palabras,  te dabas cuenta de que en ese momento se estaba transmitiendo el conocimiento y la chispa saltaba, abrasando tu interior como una hoguera, porque todos teníamos la percepción de que nuestro trabajo era útil, que realmente estábamos contribuyendo a mejorar las condiciones de vida de nuestro alumnado, que la educación era parte vital de su formación y que, de alguna manera, aunque modesta, nosotros estábamos propiciando la mejora de sus vidas.

domingo, 3 de noviembre de 2013

2 de noviembre

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
                           
                             Rubén Darío

Los bordes de los caminos ya no tienen colores; sólo, flores blancas.

jueves, 17 de octubre de 2013

Música



Los olores,  como la música, son poderosos evocadores de situaciones vividas. Son capaces, incluso, de cambiar nuestro estado de ánimo. Qué placentero oír y volver a oír algunas melodías y más todavía cantarlas. La música, además, es una terapia contra los pensamientos negativos, no sólo porque cantar provoca en nuestro cuerpo descarga de endorfinas, sino porque mientras cantas, sólo piensas en eso; todas las preocupaciones se borran, aunque sea algo temporal. Y si además te enseñan, mejor. Porque  siempre es un placer aprender; y un reto: nuevas letras, nuevas canciones, a veces en otro idioma, nueva gente…
Similar, en cierta manera, a cuando te enfrascas en un libro, o cuando esquías, no muy bien, como yo, y sólo piensas en deslizarte suavemente y no caerte. Vuelves “nuevo”  de la montaña.
¡Qué inesperada caricia recobrada!

viernes, 13 de septiembre de 2013

Jubilación

Cae la tarde más rápida que en días anteriores. Todavía hace calor a mediodía, pero el cambio, inexorable, se acerca y con él, la vuelta al ruedo.
Hace días he sabido de la jubilación forzosa, a los 65 años, de un médico conocido. De la noche a la mañana: le obligan a irse y a  dejar de hacer todo, absolutamente todo lo que hacía. Toda su experiencia se va por el desagüe porque nadie quiere  aprovecharla. ¡ Qué sociedad tan estúpida!
Qué diferente cuando la jubilación realmente es esperada porque quieres descansar de lo que has hecho, sientes que has cumplido una etapa y que hay otras muchas cosas que hacer. Entonces sí es jubiloso el descanso, el cambio, la nueva manera de vivir con horarios diferentes y sin las urgencias del pasado.
Cuánto bien haría a las nuevas generaciones contar con la experiencia de los mayores, y cuánta sabiduría acumulada desperdiciada.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Septiembre

Abro de nuevo la rutina con la noticia de otra guerra inminente. Esta vez en Siria. No me gustaría ser Obama; bueno, ni Obama ni cualquier otro poderoso que tuviera que decidir algo así. Además es obvio que ignoramos tantas circunstancias condicionantes, tantos intereses espurios. Es frustrante ver las noticias y más todavía leer entre líneas.
Sigo agarrándome a las cosas pequeñas, al día a día del sol naciente y el atardecer rojo, de la música y del lujo del silencio, del mar que nunca me canso de contemplar y de los ojos que me miran de verdad.
Casi todo lo demás es la rueda del hámster.

viernes, 26 de julio de 2013

Dolor


"Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
  cantando."
  

                Juan Ramón Jiménez

viernes, 21 de junio de 2013

Atardecer



Cae la tarde, plácida, sobre la llanura del Ampurdán. El Montgrí se estira, abre sus alas protectoras de tótem. Los olivos bailan  hoy con el  leve viento del Sur y los cipreses que protegen los cultivos engordan al sol. Aparecen las primeras pacas desparramadas en las eras y los manzanos crecen día a día con la bonanza tan esperada. El mar, en calma. El cielo, rojo, rosa, verdoso, azul, blanco; al final, casi malva. Las golondrinas -¡qué bien vuelan!- no paran. ¡Qué escandalosas las descaradas gaviotas!

 El relente  me devuelve a la realidad. 

Todavía hay que esperar un buen rato para poder contemplar la noche estrellada.

lunes, 10 de junio de 2013

Dar



Dar sin esperar nada a cambio; bueno, o esperar cariño, nunca agradecimiento, reconforta a quien lo hace. Pero...-siempre hay algún “pero”- muchas veces te encuentras con quien piensa que das porque no te das cuenta de lo que haces  o no  eres consciente de lo que hace el que se aprovecha de tu buena fe. Y sale el “listillo” de turno, que en lugar de pensar que tú eres bueno, piensa que eres tonto. Y al final, cuando te hartas de hacer el panoli, y de lanzar indirectas para ver si el otro se da por aludido, cosa que sortea con habilidad, quien se siente mal eres tú, porque dejas de hacer lo que  para el “listillo” es casi una obligación.
Vida perra ésta en la que parece que siempre tienes que ir recordando lo obvio.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Carranza



Desde el mirador de las cuevas de Pozalagua se ve el valle de Carranza en todo su esplendor, con la sierra de Sia al fondo, aún nevada, en esta primavera más fría de lo habitual. El “bocage” con los prados separados por cancillas de madera, los rebollares, los avellanos, hayedos, eucaliptos, el río Asón y las vacas, algunas todavía pintas, autóctonas, las menos, las ovejas grandes, más que las castellanas, de cabeza negra, parecidas a las irlandesas, quizá de la misma raza. Verde y más verde en todos sus matices. No hay aquí amapolas en los caminos y las gentes del lugar, en los pequeños pueblos, prefieren adornar sus casas con calas blancas o con la elegante bola de nieve, que crece con facilidad. Sólo los brotes nuevos de los jóvenes eucaliptos, rojizos, ponen alguna nota colorida, o de vez en cuando algún pequeño arbusto amarillo. Los árboles inmensos del norte.
A  pocos quilómetros,  el Cantábrico, espléndido. También aquí el verde llega desde sus colinas casi hasta el agua. El mar aquí se oye siempre y la arena compacta y mojada de sus playas bañadas por las olas de la pleamar me trae recuerdos de infancia

domingo, 21 de abril de 2013

Mallorca

El mar inmenso; las nubes, burbujas de azúcar blanco y, de pronto, Formentor, las bahías de Pollença y Alcudia, como un milagro desde el aire: grandioso.
La temperatura suave, la gente, el paisaje son amables. La lengua, al principio con dificultad; poco a poco, reconociendo las variantes de pronunciación.
¡Qué rica la comida! Y qué belleza el casco antiguo de Palma, de noche, sin gente, iluminada la Catedral, la Almudaina, las callejuelas de palacios  con aleros imponentes. Y el bullicio del Borne.
Por casualidad,  al ir a visitarla por dentro, asistimos en la Catedral a una misa de las de antes, de incienso e hisopo, que me hizo recordar las de mi infancia, con mis abuelos, medio mareada de hambre, cuya compensación estaba al final, en los trocitos de pan delicioso que ofrecía cada domingo una familia en una cesta adornada con un paño blanco almidonado, impoluto.
El milagro de la Catedral es la luz que se cuela por el rosetón y va recorriendo la nave central, como algo mágico, entre los cánticos en latín.
Almendros, naranjos, limoneros…por todas partes. El color del mar, azul turquesa, casi imposible: en Sant Elm , en Deià o  en sa Coma.
Rojo, amarillo, blanco, lila: las flores de los caminos, tantas, tan frescas, como plantadas a propósito y no silvestres. Reventando la primavera.
Y la vista panorámica de Cura, con el tiempo parado en su huerto franciscano de lirios silvestres y acanto vicioso.