domingo, 25 de septiembre de 2011

Sísifo

Cuando somos capaces de meternos dentro de una historia, las penas de este mundo desaparecen. Más o menos dice esto Paul Auster en una de sus novelas.

A los veinte años, te comerías el mundo. Piensas en la cantidad de cosas que harás y te parece una lista interminable, casi tanto como lo que dura en llegar otra Navidad. Luego, tienes hijos y anhelas que crezcan y te quejas de lo despacio que va el tiempo y haces planes para cuando puedas hacer otra cosa que dormir poco, ¡ qué cansancio !, o ir al parque , que poco más puedes hacer. Y todas esas cosas que pensabas hacer se van modificando. Y , de repente, te encuentras en el lugar de tus padres, en la misma rueda, aunque te parezca distinta porque es la tuya. Es como una trampa de la naturaleza para perpetuarse.

Y en medio de esa cadena, lo único que te redime son las ráfagas de belleza, lo que está por encima: la música, la contemplación de una obra de arte, de un paisaje, la empatía, un sentimiento, la compasión...o un buen libro.


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