Nada hay que consuele tanto como la mirada de un niño que te quiere.
La entrega sin reservas, la confianza absoluta: no hay nada escondido detrás de esos ojos que te miran desde lo más profundo de su ser y que taladran los tuyos y tus sentimientos. Todo lo puedes para ellos. Sin reservas, eres su refugio , su castillo. Con el tacto tibio y mórbido de sus manitas te entregan su ser por completo.
Y tú solo piensas : ¡Qué bendición!...¿Hasta cuándo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario