Hay un momento de la
vida en que empiezas a lo que yo llamo “recoger frutos” de lo que has sembrado.
Si las cosas te han ido medianamente bien, si no se han torcido del todo,
puedes volver a tomar un café, ir al cine o hacer un viajecito a cámara lenta.
No es que no hayas hecho todo eso hasta ahora, sino que ahora y después de un
tiempo siempre con prisas, atrapado en las urgencias de la vida, lo haces con
conciencia de que esa nadería es un privilegio y lo disfrutas como estrenando
otra vez las cosas, con ojos nuevos.
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