Despunta la primavera en las
flores amarillas de los caminos, las acículas y el polen de los pinos, el azul
de las flores de romero, las hojas nuevas de las encinas. Y los acebuches, por
doquier.
Las paredes "secas",
como llaman a las medianeras de los predios, hechas por mano experta, como un
rompecabezas, encajadas, sin argamasa, de color ocre, bellísimas.
Los tejados pintados de blanco de
las casas de Binibeca.
La vista desde el santuario de la
virgen de Toro es espéndida: cala Fornells, Mallorca, la planicie y las viejas
montañas del Norte.
La bahía de Mahón, las escaleras
blancas que descienden hasta el puerto, el enorme convento, cuyo claustro es
hoy mercado.
Ciudadela es, a veces, casi
siciliana y otras, alguna de sus calles de bellos palacios nos lleva a rincones
toscanos.
El tiempo detenido. " A poc a
poc", como dicen ellos.
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