La primera vez que
vi Barcelona desde la atalaya del Mirablau me pareció una ciudad inacabada, sin
terminar. Mis ojos estaban acostumbrados a los tejados rojos y buscaban "el
final" de las casas que no encontraba por ninguna parte. Me faltaba algo.
Cada vez que vuelvo
a León observo los tejados que coronan sus casas, rojos de tejas o de pizarra
algunos.
Los árboles, sobre
todo los chopos, están ya amarillos, dorados, ocres, rojizos. El otoño avanza
aquí más deprisa.
La Catedral,
esplendorosa; la torre del Gallo de San Isidoro, reluciente; Botines, la calle
Ancha, San Marcos...
¡Los castaños de Indias
de mi infancia, en el parque de San Francisco! ¡Qué jardín norteño tan hermoso!
Palabras, paisajes,
olores y sabores que vuelven y me llenan de nostalgia de tiempos pasados.
Aunque sean "verduras de las eras" los recuerdos confortan.
ResponderEliminarTambién me gustan los tejados.