Pasan los días en rápida sucesión de acontecimientos. Reunión familiar para una boda: risas, buenas caras, buenos deseos.
A los pocos días, reunión de otra rama familiar para un funeral: llanto y tristeza.
Como la vida, pero en un intervalo tan corto que abruma, aunque los hechos en sí mismos no supusieran sorpresa o novedad.
En ambos, los tópicos de siempre. No puede ser de otra manera.
Y el estupor de lo vivido en tiempo tan breve.
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