El tiempo se desliza entre los dedos como agua en cestillo. Hay tardes en que cunde y la luz se alarga. Parece, entonces, que se estira en un espejismo que no acaba. Y con él, a veces, también, la melancolía. Ayuda la rutina a deshacer el hechizo. A menudo, es como si lo contemplara todo en la distancia, a mí misma también, como espectadora de las cosas de otros, ajena al momento concreto, como sobrevolando el escenario de la vida.
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