Los días se suceden. La primavera
está en todo su esplendor. Ya hay amapolas rojas que bordean los caminos. La
retama, loca, agitada por el viento, de un color amarillo joven y las primeras
pacas dejadas en los campos. Las cañas rebrotan con fuerza, como los tiestos
que despiertan del invierno. Todo invita a la alegría, a la resurrección.
Sin embargo, también como en una
rueda, esta vez maldita, las noticias abominables se suceden sin parar. Siguen
las guerras del Líbano y de Ucrania. Cada vez hay más refugiados. En África,
las mujeres como moneda de cambio del fanatismo, de nuevo.
Y de nuevo, todos mirando para
otro lado. La mirada del desgraciado, del pobre, de la miseria nos molesta, nos
recuerda nuestra propia impotencia y nos da en la cara como una bofetada seca.
Dormir anestesia.
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