Una enorme bandada de estorninos casi tapa el
tímido sol de invierno. El silencio se llena con sus cantos chillones y por un
momento no puedes dejar de observar su acompasado vuelo. Al fin, la mayoría se
posa sobre la parte más alta de los desnudos árboles y cesa, momentáneamente,
el griterío.
En la terraza, el limonero
languidece con estos fríos. Habrá que esperar a la primavera para ver si
sobrevive. El romero, en cambio, florece y una vieja petunia blanca de verano
aún resiste junto a la pared. Los geranios híbridos, de tallo leñoso- los otros
se mueren por la mariposa negra- aguantan bien. En verano dan una flor
delicada, redonda como el geranio, pero con pétalos aterciopelados, como los de
los pensamientos, que ahora en invierno están espléndidos. Y la menta-nadie se
resiste, al pasar a su lado, a coger una hoja para olerla-.También habrá que
esperar a la primavera para volver a contemplar la buganvilla que tanto me
gusta.
Como un carrito lleno de piedras que se tambalea me siento a
veces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario