jueves, 28 de noviembre de 2013

Tramontana


Las cañas se cimbrean hasta casi tocar el suelo. Los pocos chopos amarillean o pierden sus hojas en este invierno adelantado de noviembre. El verde de los olivos, los cipreses y los pinos se vuelve  casi gris y sólo los barbechos rosas , ocres y rojizos destacan debajo de un cielo claro, sin sombras de humedad. Quedan algunas manzanas rojas por recoger, pero ya no hay color en los caminos. Las crestas blancas del mar y el Canigó con las primeras nieves, en primer plano, casi irreal por lo cercano que aparenta. Las calles, casi desiertas y los remolinos de las hojas muertas vagando por ellas.

Incomoda la tramontana cuando dura días y días, aunque limpie todo, hasta los malos humores de la gente . La leyenda cuenta que vuelve chiflados o genios a quienes la sufren.

Sopla y sopla sin descanso y los moradores del pueblo apenas salen. Sólo algunos foráneos, conmovidos por la belleza de lo que ven, se refugian en los pocos bares del pueblo que permanecen abiertos.

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