Vuelvo de conocer
Sicilia. Casi nada coincide con una idea preconcebida de tierra reseca por su
proximidad a África.
Me impresiona lo trabajada que está la tierra,
ni un palmo sin cultivar: olivos, viñedos, cítricos o cereales. Y las flores
que revientan de luz y color: buganvillas, adelfas, retama...Desbordante. Y el
color del mar: el Tirreno, el Jónico, el Mediterráneo, los tres bellísimos,
pero diferentes.
Segesta, Érice,
Siracusa, Cefalú, Taormina, Noto...¡cuánta historia, cuánta belleza!
Y la mezcla de sus
gentes que se refleja en su fisonomía: normandos
y púnicos, como el Pantocrator de Cefalú.
El paréntesis
viajero es bueno para el cuerpo y para el espíritu.
Bravo por el viaje! :-)))
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