Viene un viento suave de primavera.
Las palomas zurean en los árboles en parejas y los almendros ya están en flor.
El aire huele de otra manera y los brotes pujan con fuerza por despuntar.
Los gorriones se acercan revoloteando, picoteando las migajas, vulnerables sólo en apariencia, alegres.
El sol de mediodía ya calienta; se filtra por la piel y acaricia los huesos esponjando el cuerpo del invierno. Todo invita a callejear, a la despreocupación, al eterno retorno del comienzo de la vida.
La rueda gira y gira…
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