Los olores, como la música, son poderosos evocadores de
situaciones vividas. Son capaces, incluso, de cambiar nuestro estado de ánimo.
Qué placentero oír y volver a oír algunas melodías y más todavía cantarlas. La
música, además, es una terapia contra los pensamientos negativos, no sólo
porque cantar provoca en nuestro cuerpo descarga de endorfinas, sino porque
mientras cantas, sólo piensas en eso; todas las preocupaciones se borran,
aunque sea algo temporal. Y si además te enseñan, mejor. Porque siempre es un placer aprender; y un reto:
nuevas letras, nuevas canciones, a veces en otro idioma, nueva gente…
Similar, en cierta
manera, a cuando te enfrascas en un libro, o cuando esquías, no muy bien, como
yo, y sólo piensas en deslizarte suavemente y no caerte. Vuelves “nuevo” de la montaña.
¡Qué inesperada
caricia recobrada!