sábado, 18 de agosto de 2012

Ferragosto

Las hileras de manzanos en espaldera; están casi listos para ser recogidos.
Resplandecen las frutas al atardecer en la llanura del Ampurdán. Los pocos árboles que aún quedan al borde de la carretera brillan, plateados, sus hojas ondulantes, irreales, como arrancadas de un cuadro de Corot.
En los campos, la cosecha redonda y amarilla de las pacas, como abandonadas por un pintor de paisajes. Y las gaviotas que aprovechan lo que ha quedado en la tierra alejándose del mar.
Una suave marinada refresca la bahía en este día de agosto.  

Nietos

Los gritos y la actividad llenan la casa. No hay tiempo más que para lo inmediato, las necesidades básicas, en una sucesión rápida de días y de hechos. No hay tiempo para la introspección, ni para leer, ni para los amigos, ni siquiera para uno mismo.
Quizá sea eso la trampa de la vida. Estás tan ocupada en atenderlos a ellos que el tiempo se te escapa sin advertirlo y cuando quieres mirar, el espejo te devuelve una imagen que casi no reconoces como tuya.
A cambio, unos ojos inocentes que se entregan sin reservas a tus historias; unas manos que acarician y atrapan con una dulzura casi olvidada.
Y vuelve el silencio cuando ellos se van.

28 de julio

Los gorriones me rodean en silencio.
Las estrellas brillan más que nunca.
Definitivamente, el tiempo se ha parado para mí.